La estimulación magnética transcraneal (EMTr) consiste en la estimulación directa del cerebro de manera no invasiva. En sus inicios, se utilizó como terapia para la depresión mayor, pero poco a poco se ha extendido al tratamiento de otros trastornos neuropsiquiátricos.
Esta terapia se fundamenta en la neuroplasticidad, con el objetivo de promoverla. El fundamento teórico principal es prevenir el deterioro neuronal a través de la estimulación. Esta herramienta se usa en pacientes que no muestran beneficios con la medicina tradicional o efectos muy adversos a los fármacos, y en otros casos, como apoyo a otras terapias.
En el ámbito de las demencias, la estimulación magnética transcraneal se ha postulado como posible tratamiento para los déficits cognitivos, conductuales y funcionales que se presentan en la enfermedad. Se han realizado diversos estudios que han encontrado efectos positivos a nivel cognitivo en atención y memoria en sujetos sanos, áreas cognitivas alteradas en la demencia tipo Alzheimer, lo que empujó a probarlo en sujetos con dicha patología.
Dentro de las demencias, se ha probado la eficacia de la (EMTr) en la enfermedad de Parkinson, Alzheimer y deterioro cognitivo leve. No abundan los estudios respecto a la utilidad de EMTr en pacientes con demencia, aunque en los últimos años el interés científico sobre este tema está aumentando.
El área cerebral estimulada habitualmente para la enfermedad de Alzheimer es la corteza prefrontal dorsolateral de ambos hemisferios a través de EMTr de alta frecuencia, para potenciar su actividad neural. En diversos estudios se han encontrado beneficios en diferentes funciones cognitivas como velocidad de procesamiento de la información, funcionamiento cognitivo general e, incluso, en denominación por confrontación visual y comprensión auditiva, aunque todos los resultados positivos encontrados pertenecían a aquellos estudios en los que se trabajaba con sujetos con una afectación moderada. No se han encontrado beneficios en etapas avanzadas de la enfermedad, como ocurre con la estimulación de las funciones cognitivas a través de otras herramientas terapéuticas.
En el caso del Parkinson, su utilización ha ido enfocada a los déficits motores y depresivos más que a las funciones cognitivas. Para la mejora motora se utilizaba EMTr de alta frecuencia en la corteza motora primaria de ambos hemisferios cerebrales. En el caso de la sintomatología depresiva se estimulaba la corteza prefrontal dorsolateral, aunque se encuentran resultados contradictorios en su impacto en el funcionamiento cognitivo, por lo que no queda clara su contribución en la mejora de las funciones cognitivas afectadas.
Las investigaciones llevadas a cabo en la actualidad apoyan la utilidad de la herramienta para ayudar a la capacidad plástica del cerebro tras la aparición del daño, aunque dentro del ámbito de las demencias queda mucho camino por recorrer. Los resultados de las investigaciones pueden ser alentadores, pero no son suficientemente contundentes como para considerar a la EMTr como una herramienta terapéutica recomendada en la atención clínica habitual.